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27 Expresate a tu manera. Es que no tenés otra   por   marisita
 
 
Bandolero 1/9/2011 | 5:05:09 PM  
 
SEJORO
Cuento inédito del libro TAMAJA NOME (vida de indígenas Warao en el delta del Orinoco)
Tags:
  Alfredo Cedeño   escritor venezolano   cuento   narrativa venezolana   indígenas   warao   Orinoco   Venezuela
 

       Aquí en el Delta hay elefantes, y canguros, y jirafas, y ballenas… hasta hipopótamos van a aparecer un día de estos cuando menos se lo espere.  Un día llegaron unos americanos del Cuerpo de Paz a enseñarnos a hacer animalitos con el palo de Sangrita.  Nosotros llamamos así al Iburu, porque es que cuando uno está cortando ese palo lo que sale es pura sangre, los americanos dicen: ser madera balsa. 

      Ellos nos decían que eso daba burata bastante, y bueno, uno que estaba ahí sin poder trabajar la tierra, ni meternos al monte para cazar, dijimos que sí.  La gente jura que nosotros estamos haciéndolo desde siempre, y en un papel que trajeron unos doctores el otro día decía: “representan artísticamente, con un magnifico sentido de la estética, los animales que habitan en su medio ambiente”.  Yo no entiendo eso que dicen, son cosas que ellos dicen.  ¡Embustes!, eso es lo único que saben decir de uno.  La gente viene, mira, se va.  Después dicen lo que mejor les parece.  Yo creo que algún día uno va a poder decir cómo es que son las cosas.  Como que se están creyendo que el indio no sabe hablar.

      Por estos lados lo que siempre hicimos con esa mata fueron curiaritas para que los muchachos jugaran.  También hacíamos boyas para marcar la pesca; para la cabeza de las flechas de cazar pájaros que los tumban abobados.  ¿En qué otra cosa la podía usar uno?   Y con eso pasa lo mismo que con las cestas, se hacían para usarlas, para las cosas de la  casa, para traer y llevar la comida, para meter las pepas de moriche y purgo, para guardar los pájaros, para meter las cosas de uno.

      La verdad es que uno hace los animales que hace porque los mira en revistas y en fotos que traen por ahí los mismos pastores y uno agarra y los copia igualito.  Y en veces ellos mismos nos dicen que hagamos esos animalitos porque a la gente les va a gustar.  ¿Qué puede hacer uno?, ¡hacerlos!   Antes venían y nos cambiaban trabajo por cajas de cigarros, por botellas de ron, o por poca plata, burata sanuka.   Entonces cuando íbamos después al pueblo nos fijábamos que esas mismas cosas las vendían mucho más caras, y uno agarró y empezó a pedir real por trabajo de uno.  Pero hay los que siguen llevándole su trabajo  a la gente del pueblo, porque a la hora de un apuro, le pagan cualquier cosa.  Ahora hay hasta unos de nosotros que va para galería Yakera en Caracas a vender directamente el trabajo de todos los de aquí de Santo Domingo de Wakajarita.  Pero, allá ellos también sacan bastante real de las cestas y los animales de Warao que ellos pagan a muy poco.  Si se lo vendemos a diez una cesta, ellos pagan la mitad.  Antes si compró bien, pero después ya no quiso comprar y ahora compra por menos precio.  Una cesta grande la paga a cuarenta y cuesta como a setenta; las cestas chiquitas nosotros se las ponemos a veinte y las pagan a quince; un chinchorro que nos da tanto trabajo lo pagan por mucha plata a doscientos, y eso son más de dos meses de trabajo.  Y si ellos lo pagan así, así lo tenemos que vender porque es que no hay otra parte donde hacerlo.  Nosotros no tenemos sitio de nosotros, mercado de Warao, donde vender por nuestra parte, y por la necesidad se los damos a ellos.  Además, de que por aquí, en los caños, no tenemos a quien venderlo ni siquiera por un precio regular. 

      Yo no le estoy diciendo mentiras, váyase ahorita a la galería Yakera esa y pregunte por los precios para que vea cuanto le cuesta eso que uno ha hecho en varias semanas de trabajo.

      Para hacer un animalito de esos nosotros tenemos que trabajar bastante y lo pagan por cinco o diez bolívares.  Hay que ir primero a los caños abajo y meterse en el monte por dos o tres días a buscar el sangrita, cortarlo y traérselo para la casa y ponerlo a secar.  Después se le quita la concha marrón esa que se le forma por fuera y con un machete se le empieza a sacar la forma, y después con una navajita bien amolada se le terminan las vueltas y los picos y las esquinas, y con una lija de agua se deja lisito y bien blanco como lo está viendo. 

      Para trabajar con el moriche es más largo porque eso se lleva más de un mes. El palo de Ojiru tiene que estar en punto de corte, porque si no se echa a perder cuando lo sacamos.  Bueno.  Uno agarra es el cogollo de la mata y empieza a volverlo bastante hilitos, ese cogollo se vuelve hilito, hilito, hilito, bien delgadito.  Ahí se van como tres horas para poder sacar la fibra en sí del cogollo.  Después se coge todo ese hilachero y se cocina como entre media hora y una hora para que quede bien sancochado en agua y con candela de leña.  Uno lo deja reposar un momento y se le empieza a dar contra un palo para que bote todo el aceite, toda la manteca que tiene adentro.   Y entonces, después, se agarra y se pone en el sol para que se seque bien sequita y se ponga toda blanca, blanquita.  Bueno, ahí ya está la fibra lista para hacer cesta y chinchorro.  Si lo que se va a hacer es un  chinchorro se agarran un poco de esos hilitos y se van pasando por el muslo de la pierna para que se vayan volviendo una cabuyita, un hilito más gordo, y con eso se hace una pelota que llamamos jaujoyo. Ahí, en eso, dándole a la fibra con la mano en el muslo se van como dos o tres semanas.  Con esas cabuyitas se prepara el ekobo que es una forma que se hace con ella y que es del tamaño del codo a la mano, como cuando ustedes enrollan los mecates grandes.  Cuando ya eso está listo, se cogen dos palos que se ponen parados en el suelo, y la mujer empieza a tejer la tela del chinchorro, y en eso se puede echar hasta tres meses de trabajo, y, cuando llega a un tamaño, ella se sienta en el suelo para poder trabajar mejor.  Eso es así si va a trabajar parada, porque si quiere puede hacerse sentada todo el tiempo, y lo que se hace es que en vez de poner las dos varas paradas, pone un palo solo en el frente y de las dos puntas se traen dos hilos hasta donde va a llegar la tela y entonces la mujer se deja venir tejiendo igual que si estuviera parada.  Eso es con la sola mano que ella va haciendo toda esa tela, huequito por huequito, y todos iguales porque si no el chinchorro no sirve.  Cuando el cuerpo ya está terminado, se le pone el colgadero, las cabuyeras que dicen los criollos, que se hace con material de ese mismo que ya hay hecho en el ekobo.

      La cesta se hacen del mismo moriche, y para eso cuando ya está lista la fibra, toda vuelta hilito, se agarra un puño de ella y con un solo hilito se le va dando vuelta y vuelta por encima, se va enrollando para que se haga como un cigarro flaquito, como un tubito de esos que tienen los motores de la curiara, como un mecate flaco pues.   Con todos esos hilitos que van quedando sueltos se va haciendo, y hay que empezar por el fondo de la cesta, y además de adentro hacia fuera.  Con otro hilito se van juntando, las vas cosiendo.  Si uno quiere que tengan colores coge pepas de matas para que les dé color.  Hay morado, el amarillo, el rojo, el anaranjado, el verde.  Las pepas se agarran y se machacan con un poco de agua y se mete a remojar la fibra hasta que se ponga del color que uno quiere y después se pone en el sol para que se seque bien sequito y entonces empezar a tejer como le dije.  Aunque ahora hay unos parientes que han agarrado de darle color a la fibra con cera de esa de pulir piso, o con wiki wiki, o con pintura, pero no es lo mismo, es verdad que es más rápido pero no se ve igual, que va.

      Al biji ustedes le dicen wapa, al yami, soplador; al u, mapire; al arujuba, sebucán; al toro-toro, cestas cuadradas; y todo eso se hace con la mata del sejoro que criollos llaman tirite.  Esa mata se da en la tierra de pantano y por dentro es floja, blandita.  Cuando uno necesita hacer algo va y corta varias varas y se las trae para la casa.  Se le saca lo de adentro, y lo de afuera es lo que se usa sin secar ni nada, y cuando el biji está acabado de hacer es verdecito, después es que coge ese color rojo y se pone así como uno lo ve en todas partes.  Y mire, paisano, le quiero decir una cosa: eso se hace en pocas partes ahora, porque es que ahora muchos de nosotros vamos a buscar el sejoro y lo ponemos a que se seque por es que si lo usamos como aprendimos a hacerlo no quieren pagarle a uno el trabajo y dicen que es que no sirve.  Encima de todo esto uno oye a los mismos Warao decir que para qué van a hacer cesta para usar si es mejor comprar en el pueblo, precisamente cuando van a vender las cestas, un perol de plástico que les dura más.  Lo malo es que cuando eso se rompe lo agarran y lo echan en el caño y yo me he encontrado animales, cuando estoy pescando, que han cogido un pedazo de lata o de plástico y se lo han comido y se mueren después, eso no pasa con los restos del sejoro.  Con esa mata hacemos también las jabi, que son las maracas para que jueguen los muchachos, hacemos una cestita y el metemos unas pepas adentro y la cosemos por la boca.  También hacemos las jaulas para los pájaros, para la cacería de los cangrejos.  Para toda clase de cosas usamos las cestas hechas con sejoro. Y todo eso que son cosas que hacemos desde que los Warao somos Warao, las coge el criollo para venderlas, para sacarles burata, y quien menos la ve es uno que es quien las está haciendo, que es quien se tiene que meter para el monte a buscar y cortar el moriche, el sejoro, todo lo que hace falta para eso.

(C) Alfredo Cedeño

http://textosyfotos.blogspot.com/

 
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  Comentarios: 1      
1- AnaAbregu 1/9/2011 9:13:07 PM
Muy interesantes tus cuentos.
 
 
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